Los arreboles de la madrugada presagiaban un bello día. Había un brillo especial en los ojos de todos, para algunos era su primer viaje con alforjas en bicicleta. La Micro Aventura del fin de semana era una realidad, dejamos la ciudad atrás mientras propios y extraños comentaban a nuestro paso, era imposible no hacerlo, la caravana irradiaba felicidad… “para donde van” gritaba alguien desde su auto, “mira que nota parce” decían, otros nos pitaban, o simplemente sonreían.

UNO A UNO FUIMOS ENCONTRÁNDONOS EN LA RUTA LOS 11 CICLOVIAJEROS (NATHALIA, MARINELA, CAMILO, JUAN PAULO, PIETRO, ANTONIO, EDWIN, SERGIO, JUAN CAMILO, RONALD Y YO) PARA DISFRUTAR DURANTE 4 DÍAS DE LA PRIMERA TRAVESÍA DEL NUEVO ARRIERO POR EL SUR OESTE DE ANTIOQUIA.

Muy pronto estábamos fuera del mundanal ruido en una vía secundaria, la llaman La Tolva y por ella nos dirigíamos a Fredonia (ANT), nuestro primer destino. Las primeras pequeñas subidas nos recordaron a todos la gravedad y el peso que llevábamos, me dio la impresión que varios sintieron un poco el rigor, quizás algo de susto.

En uno de los sitios donde aún la quebrada La Sinifana es limpia decidimos parar, no habíamos pedaleado mucho, pero dejar pasar un buen baño en una linda y fresca quebradita no es opción. Creo que allí se rompió el hielo, algunos fuimos directo al chorro de agua, otros tomaron un aire nuevo, comieron algo, tomamos fotos e incluso fue el momento para repartir algunos obsequios que Disandina nos regaló.

El calor ese día se sintió, así que en varias tienditas del camino el líquido mágico nos refrescó, bueno y un par de cervezas también. El grupo se estiraba en las subidas, y arriba o en algún mirador volvía y se recogía. A lo lejos Cerro Bravo nos indicó que nuestro destino estaba cerca, los últimos 3 kilómetros para llegar fueron exigentes, las 2 damas jalonaban y se iban en punta. Se notó el esfuerzo de ese día durante la cena, charlamos un poco y reímos, sin embargo, rápidamente todos fuimos a reposar a las habitaciones del bello hotel donde decidimos pernoctar, pronto todo estaba en silencio.

La alegría fue de nuevo al día siguiente, comenzamos bajando y se notaba las ganas de seguir viajando, ya éramos todos amigos, compinches. Un repecho para llegar al Calvario nos sacó una gota de sudor, divisamos desde allí el bello territorio que el Valle del Río Cauca recorre a su paso. Durante aproximadamente una hora bajamos sinuosamente hasta Puente Iglesias, la grata sensación de bajar. Me pareció que a todos se nos olvidó que enfrente estaba el Alto de las Nubes, en Jericó, la meta de ese día…

Un breve refrigerio, rebosamos las caramañolas y rumbo a La Cabaña, ruta en la que años atrás Cochise ganó la Vuelta a Colombia, una de las subidas más exigentes y bellas de estas tierras. Mientras la subíamos recordaba a Fernando González en su Viaje a Pie,trepamos sobre el lomo andino, ya en la altura, reíamos alegremente.”

Ese día graduó a los nuevos cicloviajeros, fue exigente hasta para los más fuertes. Destaco la fortaleza mental y física de todos, sin embargo, resalto y admiro la decisión, voluntad y templanza de las dos damas. Cada uno de estos nuevos bicinomadas está preparado para viajar en su bicicleta donde desee.

Al día siguiente decidimos salir un poco más tarde de lo planeado, sentí mientras íbamos por el Valle del Río Piedras la satisfacción que emanaban todos, la jornada anterior indudablemente había sido una de las pedaleadas más exigentes que algunos habían tenido en sus vidas y era ya una historia feliz para contar. Un par de kilómetros adelante el rio provocó y sin dudarlo al agua fuimos todos. Después de un rato de recocha y risas, terminamos de ascender al alto de La Raya, disfrutamos de la hermosa vista de la Cordillera Occidental y descolgamos hasta el corregimiento de Buenos Aires en Andes, allí nos esperaba un delicioso sancocho campesino. Gracias Mónica…

El día iba tranquilo, pero aún le faltaban algunas sorpresas, entre cafetales y un par de fuertes subidas llegamos a Alto Zenón, hermoso mirador natural en las tierras cafeteras de Jardín, a donde llegaríamos ese día. Toboganiando como diría un experto cicloviajero llegamos al Alto de La Casiana, de allí al municipio patrimonio de Colombia. Llegamos rayando el sol, nos ubicamos en el hotel y luego de un par de horas de reposo y un buen baño, una cena sorpresa y la satisfacción en los rostros de cada uno de estos visionarios le dio fin a esta increíble travesía.

cicloviajeros colombiaDe izquierda a derecha: Edwin, Juan Paulo, Pietro, Antonio, Sergio, Carlos, Camilo, Marinela, Natalia, Ronald

Al día siguiente regresamos a Medellín, cada uno con una nueva idea de sus propias capacidades, de lo que es viajar en bicicleta, del concepto de territorio y de lo que vivieron nuestros ancestros hace solo unos años atrás, cuando eran ellos los que recorrían estas tierras al lomo de una mula.

Lo nuestro era cicloturismo, no la necesidad de transportar mercancías o el simple coroteo de los chécheres de la casa cuando emigraban de una región a otra para colonizar tierras. No abrimos trochas para hacer los caminos a través de la manigua. Ni traspasamos inhóspitas selvas llenas de animales feroces, mansos o traviesos, no encontramos ningún fantasma mitológico, servicial o malvado. Planeamos la salida con anticipación y una mañana cualquiera emprendimos esta pequeña odisea para revivir a nuestra manera la historia de los abuelos.